Queridos hermanos y hermanas: ¡Buenas tardes!
Gracias, Excelencia, por sus palabras, gracias sor Salvia, don Peter Sanjaajav y Rufina por sus testimonios, gracias a todos ustedes por su presencia y por su fe. Estoy feliz de encontrarme con ustedes. La alegría del Evangelio es el motivo que ha impulsado a todos ustedes, hombres y mujeres consagrados en la vida religiosa o en el ministerio ordenado, a estar aquí y a dedicarse, junto a las hermanas y a los hermanos laicos, al Señor y a los demás. ...
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